jueves, 30 de julio de 2009

Un duendecillo con nombre de bruja

Os voy a contar una cosa que me pasó una vez hace menos de dos años. No recuerdo la fecha pero hacía frío (en todas partes menos en su cuarto). Hacía ya unos días que cuando andaba a mi bola por el pasillo me cruzaba con un duendecillo. Era un duendecillo muy bonito pero estaba triste. Los primeros días pensé que se le pasaría pero cada día se borraba más su sonrisilla y se hacía más pequeñito. Aquella noche no sé que pasó pero no quería verle llorar más, era demasiado pequeño y podía ahogarse así que lo levante del suelo y le pregunte qué le pasaba. Fueron seguro unas horas pero se me hicieron minutos. El duendecillo abrió su corazón como parecía que hacía mucho tiempo que no abría pero lo que empezó como un monólogo en el que yo sólo asentía se convirtió en un intercambio de problemas. Cuando decidió hablar conmigo no lo sabía pero le entendía mucho mejor de lo que pensaba. Aquello significó un antes y un después. Descubrí que el duendecillo también sabía sonreír y que era mucho más bonito que cuando lloraba. Desde entonces he pasado más de una tarde y más de una noche con él pero enseguida supimos transformar las lagrimas en cerveza. He aprendido muchas cosas con él pero hay algo que todavía no llego a entender. ¿Cómo puede caber en un cuerpecito tan pequeño una persona tan grande?

Recuerda que felices somos mucho más guapas y que nadie puede con nosotras.

Yo quiero contigo TODO, que no se te olvide, enana.

martes, 14 de julio de 2009

Nuevo intento de mantener esto en funcionamiento

Algún día había que reiniciar esto y hacerlo era uno de mis propósitos de verano así que aquí estoy. Los propósitos son más propios de Navidad. Al verano le pegan más las vacaciones, la piscina, el calorcito (de esto no falta)... aunque en esta época en que vivimos (y no me refiero a la de la crisis, sino a la de la universidad), meses como septiembre, octubre y febrero se parecen más a los junio, julio y agosto que conocimos.

Este verano pinta especialmente pobre. Echo un vistazo hacia el frente y sólo veo mecánica y termo, termo y mecánica. Nada de vacaciones familiares, la salida más lejana a Burgos y como mucho tres días de fiestas de Calahorra.

Parece ser que mis vacaciones terminaron el 10 de julio cuando volví de Tarazona, pero este año hasta el campus ha sido corto. A pesar de todo me atrevo a afirmar que salvo sorpresas inesperadas esos seis días han sido los mejores del verano.

Cada año aprendes algo, unos años de los propios niños, otros del resto de monitores y otros del propio lugar. Este año me he dado cuenta de que, aunque a algunos os cueste reconocerlo ;) , nos hacemos mayores (si preferís podemos llamarlo crecer). No recuerdo muchos veranos sin campus y tengo muy pocos recuerdos malos de esos días y de toda esa gente. A la mayoría os he visto llegar y volver; a otros, llegar y marcharse y, a algunos os he visto desde el otro lado. Algunos entrasteis conmigo, y unos pocos formáis parte de todo aquello mucho más que yo y podéis obligarme a confesar que yo también lloraba cuando se acababa. Con todos vosotros he compartido algo y con algunos he compartido mucho, entre otras cosas, las ganas de un segundo turno YA!

Como estaba moralmente obligada a escribir y últimamente no tengo en la cabeza más que campus campus y campus (la mecánica no ha conseguido aún abrirse un hueco) aprovecho para daros las gracias a todos por estos 10 días y por todos los de años anteriores, para deciros que os echaré de menos este verano y que hasta estudiar era divertido en la oficina y para aseguraros que el primer fin de semana que pase en Zaragoza en septiembre organizaré por lo menos una visitilla al Chiribito (puede ser con cena previa y posterior “lo que surja”).
Por último, a las que se marchan y se pasaron el último día llorando decirles que no se preocupen, que yo también pasé por eso y que si de verdad se quiere, al final se vuelve y que como es de suponer, cada año es mejor.
Lo dicho, gracias.